martes, 25 de septiembre de 2007

Cuentos como Jugando

Tarde

Esta tarde, tarde en que el inmenso árbol, que hoy ya no esta parecía haberse caído. Junto con los recuerdos, con cada uno de ellos.
El camino que se ve a la distancia, parece el mismo que atrás queda, pero ya no existen fuerzas capaces de andarlo con la misma fortaleza. Con que se comenzó allá atrás, allá lejos.
El viento simple de la tarde, parece ser certero brillante quizás. Mientras la tarde le va dando espacio a la noche y su penumbra.

El Cristo y su Cruz

Puedo ver tu clavo, asfixiando la palma de tu mano ver. Sentir el dolor que encierras. Tus ojos idos, me recuerdan, los cristales sufrientes de esta celda; de cristal de colores vivos y el desengaño corriendo río, río arriba… Como un salmón, en un día de apareamiento. Sentido desventura de los destinos, quizás cristo, quizás. Anti naturaleza de los sentidos, mientras la playa se llena de contaminantes desechos.

Luna Brillante

Ladrido, aullido, silencios. Noche callada, como un trino, vació va la luna, sin sus sonidos, sin flores de colores de sueños en sus manos. ¿Donde haz ido luna? de Ezequiel, luna de lunas, luna brillante. Atenta brillante y eterna en mis ojos, de adolescente. Calladas gitanas tiran las cartas, en la estación, por un amor dormido, que nace cada mes, cada mañana soleada de primavera, la vida, en ti, en usted, en mí, en ti, en usted la vida. El canto de pájaros, el sartén friendo, en la espesura, de la noche los aliños de esta noche, noche.

Musica

La Música
El piano y el pianista, se buscaban para formar la simetría perfecta. Sus tibios sonidos, eran callados por la orquesta, que hacia retumbar sus sinfonías. Aquella sala, no era una sala cualquiera. Era una sociedad, que se expandía a lo largo y a lo ancho, de toda su geografía. Sus sonidos tenues, a ratos sincopados y hasta el rock más melódico, pensaba que no eran apreciados, por los individuos que día tras día, llenaban las escaleras, las estaciones, los supermercados, las grandes avenidas, los pasajes, los senderos de huellas perdidas en las quebradas y, los cerros que se levantaban, como un monumento natural, Pensaba que su melodía, no penetraba en las aguas y, su música, no llegaba a los oídos de los peces, a las gaviotas del mar, a los moluscos que se aferraban a las rocas, ni a los bancos de coral. Ciertamente eso era un error, un error demasiado grande, demasiado obvio. Después pensó que su melodía, no era escuchada por los santos. Por esos que desde su niñez, lo llevaron por los senderos cuidando sus noches, sus juegos. Allí estaba buscando la perfecta sincronización, con el instrumento hecho con la espiritualidad y el tiempo de muchos hombres. De pronto, una tonalidad, un matiz de melodía, comunico el piano con el pianista, en una especie de manto estrellado. El y su instrumento, estaban en una habitación de estrellas, los sonidos, eran prolíficos, melodiosos, exactos. El músico y su piano, eran uno solo. Sus acordes sinfónicos, se levantaban en el viento, atravesando montañas y valles, llegando en algunos minutos, a copar con su sonido, toda la faz de la tierra. Cuando esa imagen se posó en los ojos del teatro, el director, movió su batuta para decir que el concierto había terminado... Salí del teatro, mi curiosidad continuó rondándome toda la semana. Colgué en el ropero la careta, usada por más de diez años. En la gran ciudad con sus enormes edificios, voy camino del teatro. Esta pequeña ciudad de Kiev, va a ver a la orquesta y a su pianista de luz..., en su música.