Licantropía al Atardecer
Abrí el paquete de cigarrillos, la avenida se veía larga, como lo que me faltaba para llegar a casa de Leonora. Suele suceder que siempre me tomo algunos minutos. Nunca es llegar cuando te esperan. Es ser siempre inesperado, como cambiar el dial de la radio, es algo simple y complejo algo complejo y simple. Si esa melodía eso señal que las sensaciones me harán sentir mejor sino, esta es preferible no haber tomado asiento en esta plaza. Los niños tratan en vano de elevar un volantín, mientras una hoja de diario algo arrugada, muestra unas imágenes de Fernando González. Los niños por fin logran elevar el lobo volantín, algunos estudiantes leen algunas tareas. Leonora debe estar preparando el café, que tanto nos gusta ambos… ya no se, que decir y el celular en mi bolsillo, comienza a vibrar las palomas vuelan en circulo, la tarde nos abandona a mi y varios…
Pensé por un momento que ese volantín que los niños elevaban era mió o por lo menos su tirantes lo sentía al tomar los hilos era como volver a esos instantes a esas pasión infantil que tanto de menos echaba mientras el celular me avisaba que su batería se había acabado y la llamada no había quedado registrada como las otras y varias que en mi teléfono ya no estaban…
El hombre había sido mordido por un lobo. Permaneció en banco del parque hasta que la luna apareció en el horizonte, sintieron fuertes gritos esa noche y el hombre sufrió millones de tribulaciones y locura. Nadie lo supo nadie, quizás, si lo supieron pero era indiferente. Cualquier situación ese hombre le había ganado a su indiferencia. A unas cuadras de allí algunas goteras de la llave golpeaban una lata. El sonido era muy tenue casi imperceptible, ese hombre podía oírle. La noche avanzo, los primeros rayos del sol inundaron, nuevamente el parque. Los niños corrían a hurtadillas de un lado para otro. Cuando encontré a ese lobo herido, por un proyectil, no imagine que se trataba de él, nunca imagino, en realidad soy mucho más real que él…
Los policías llegaron con varias horas de atraso al lugar pero lo había presenciado todo ese lobo herido se convirtió en un hombre enfrente de mis ojos ellos lo revisaron lo revisaron hasta encontrar su identificación y otros papeles después durante esa tarde regresaron los niño y su volantín que lo elevaban trabajosamente pero allí estaba otro hombre muy parecido al de la otra noche, noche, noche.
Abrí el paquete de cigarrillos, la avenida se veía larga, como lo que me faltaba para llegar a casa de Leonora. Suele suceder que siempre me tomo algunos minutos. Nunca es llegar cuando te esperan. Es ser siempre inesperado, como cambiar el dial de la radio, es algo simple y complejo algo complejo y simple. Si esa melodía eso señal que las sensaciones me harán sentir mejor sino, esta es preferible no haber tomado asiento en esta plaza. Los niños tratan en vano de elevar un volantín, mientras una hoja de diario algo arrugada, muestra unas imágenes de Fernando González. Los niños por fin logran elevar el lobo volantín, algunos estudiantes leen algunas tareas. Leonora debe estar preparando el café, que tanto nos gusta ambos… ya no se, que decir y el celular en mi bolsillo, comienza a vibrar las palomas vuelan en circulo, la tarde nos abandona a mi y varios…
Pensé por un momento que ese volantín que los niños elevaban era mió o por lo menos su tirantes lo sentía al tomar los hilos era como volver a esos instantes a esas pasión infantil que tanto de menos echaba mientras el celular me avisaba que su batería se había acabado y la llamada no había quedado registrada como las otras y varias que en mi teléfono ya no estaban…
El hombre había sido mordido por un lobo. Permaneció en banco del parque hasta que la luna apareció en el horizonte, sintieron fuertes gritos esa noche y el hombre sufrió millones de tribulaciones y locura. Nadie lo supo nadie, quizás, si lo supieron pero era indiferente. Cualquier situación ese hombre le había ganado a su indiferencia. A unas cuadras de allí algunas goteras de la llave golpeaban una lata. El sonido era muy tenue casi imperceptible, ese hombre podía oírle. La noche avanzo, los primeros rayos del sol inundaron, nuevamente el parque. Los niños corrían a hurtadillas de un lado para otro. Cuando encontré a ese lobo herido, por un proyectil, no imagine que se trataba de él, nunca imagino, en realidad soy mucho más real que él…
Los policías llegaron con varias horas de atraso al lugar pero lo había presenciado todo ese lobo herido se convirtió en un hombre enfrente de mis ojos ellos lo revisaron lo revisaron hasta encontrar su identificación y otros papeles después durante esa tarde regresaron los niño y su volantín que lo elevaban trabajosamente pero allí estaba otro hombre muy parecido al de la otra noche, noche, noche.